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AB ORIGEN

Un despertador comenzó con su golpeteo que, en tono grave, imitaba el cantar de las extintas aves cantoras que alguna vez surcaron los cielos. Un tubo de cristal, de 60 cm de diámetro que se elevaba hasta el techo, contenía una inusual creatura que parecía como perdida en un viaje astral. De rasgos toscos y…

Imagen generada con IA

Un despertador comenzó con su golpeteo que, en tono grave, imitaba el cantar de las extintas aves cantoras que alguna vez surcaron los cielos. Un tubo de cristal, de 60 cm de diámetro que se elevaba hasta el techo, contenía una inusual creatura que parecía como perdida en un viaje astral. De rasgos toscos y delgados, el sujeto dentro del tubo mantenía una expresión embobada frente a un cúmulo de polvo estelas que flotaba frente a él creando violentos remolinos en un pequeño tornado no más grande que su torso.

El remolino giraba en agresiva velocidad y doblaba su cola hasta ingresar una especie de fluida energía que parecía entrar por entre los ojos del sujeto.

El golpeteo del despertador entró en los más profundo de su ser y, entre espasmos leves, el hombre abrió sus grandes y almendrados ojos, completamente ennegrecidos. Un reflejo en el curvado cristal le mostró la figura que innumerables veces le habían mostrado los espejos y las cámaras. Su cabello, medianamente largo y muy blanco, cubría de manera despeinada su frente. Unas largas y puntiagudas orejas sobresalían de su melena a ambos lados de su cabeza de manera casi horizontal.

En general un individuo recién despertado no estaba en su mejor apariencia, pero los rasgos toscos, sumadas a la delgadez de su rostro y a su poco abultamiento de mejillas, le dotaban de un aspecto demacrado y sombrío, que no hacía sino acrecentarse con un par de marcadas ojeras que colgaban de ambos ojos. Por fortuna, un crecimiento de vello facial que combinaba delgadas patillas, un ancho bigote y una barba recortada decrecían la demacrada superficialidad de su cara y lo hacían un hombre apenas apuesto.

Facciones que cualquiera consideraría suficientemente buenas como para debatirse entre la fealdad y la belleza eran opacadas por su piel que, si bien era tersa y algo ruda, mostraba un tono ocre oscuro y un tanto rojizo que alejaba a las féminas que, una y otra vez, alegaban una genética inferior al preguntárseles si saldrían con un servidor. Un cuerpo embarnecido y potente no ayudaba demasiado a encajar en un canon de belleza en donde los cuerpos escuálidos y de cabezas anchas eran buscados tanto por mujeres como por sus homólogos masculinos.

Abriendo el tubo, a través de un botón en un costado interno de la cápsula, el sujeto dio un paso en falso fuera de la malla del fondo y fue a estampar su nariz en la moqueta de la habitación. No pudo interponer sus brazos a la caída, pero sirvieron de maravilla al momento de sobarse un poco el área afectada y descubrir un abultamiento que no hacía otra cosa que acrecentar su fealdad.

El característico timbre de la puerta de entrada anunció la llegada de un inesperado invitado. El sujeto del interior, quien estaba completamente desnudo, se apresuró a tomar su atuendo y ponérselo. De encima de un sofá al otro extremo de la sala tomó un artefacto textil del tamaño de su puño. Una pirámide truncada que colocó en su pecho para presionar el único botón que poseía. De dentro del pequeño artefacto se desplegó un traje que cubrió al hombre hasta el cuello y los pies. Una tela, resistente y flexible como ninguna, cubrió todo su cuerpo. Era de un tono blanco que carecía de grandes ornamentos. Unas largas y flexibles baterías cubrían linealmente algunos detalles del traje. Era común que se necesitara de electricidad para manipular algunos instrumentos comunes, y esos detalles dotaban de energía a cualquier artefacto que no estuviese ya integrado en su atuendo, además de presentar un pequeño brillo rojo que podía aprovecharse para ubicarlo en una situación oscura y peligrosa.

Corrió a la puerta y presionó la placa de presión de la cerradura. Nada sucedió.

Golpeándose la frente en un ademán de torpeza, el hombre se quitó el guante derecho y repitió la acción, abriendo la puerta con un movimiento que vino acompañado de un sonido metálico y chirriante.

Ante él, se postró un mensajero de alta alcurnia. Vistiendo un atuendo más elegante y fino que dejaba de lado la seguridad de una armadura, ofreció un paquete al residente con un par de aterciopeladas manos. El hombre tomó el paquete que, por su forma del sobre, adivinaba que consistía en un libro, o quizás una pantalla táctil. Era pesado, cuadrado y sin importancia para el sujeto.

El mensajero hizo una suerte de reverencia y se retiró con parsimonia, dejando sólo y desconcertado al sujeto. Éste cerró la puerta y, dando media vuelta, se dirigió hacia su sofá no sin antes arrojar el paquete a una mesa que le quedaba de camino.

Sentóse en el sofá, frente a la pantalla empotrada en la pared y, presionando un botón de su muñequera, la encendió sin mayores dificultades. La presentadora, una mujer de con todos los rasgos atractivos de las féminas de su especie, hablaba de las noticias locales más recientes, robos y ataques terroristas más que nada.

El sujeto permaneció atento a la atractiva figura de la presentadora, un cuerpo delineado y recto que, a través de esa verduzca y húmeda piel, se veía especialmente bella con ese traje ajustado en dos piezas. Veía cómo sus labios maquillados en azul bailaban a cada palabra, y cómo su pecho se expandía y contraía rápidamente debido a su minúscula nariz que, en otras circunstancias biológicas, bien podría decirse que carecía de ella.

La ausencia total de cabello o vello facial no hacía sino mejorar la imagen personal de la mujer, quien, se contoneaba mientras presentaba de pié las noticias ayudada de una pantalla tan grande como la pared, ilustrando sus palabras con imágenes y gráficas varias.

—… En otras noticias —una línea informativa cruzó el borde de la pantalla— se ha reportado que la reina proclamará a su sucesora dentro de las próximas semanas , La oficina real ha convocado una cuadra de prensa para hablar de los detalles del evento:

La imagen en la pantalla cambió radicalmente, y mostró un hombre regordete y viejo, quien se mantenía sentado en un gran y tullido sillón, El hombre vestía un traje sumamente elegante: Un cuello alto que se elevaba por encima de su quijada y mantenía una abertura suficiente para que su boca quedase descubierta. El traje mantenía un gran trozo de tela decorado en material brillante que se sostenía por una línea de botones a lo largo de la parte superior de su pecho, y bajaba por un costado hasta pasar un cinturón a la altura de su abdomen y llegar al final de su camisa, a medio muslo.

Un par de planchados pantalones color carmín se veían cubriendo ambas piernas, y por debajo de unas grandes y abultadas botas metálicas. El traje dejaba descubierto un brazo, en donde se mostraba orgullosa una cinta, a la altura de su bíceps, que mostraba el alto cargo que ostentaba en la realeza.

—La reina… —explicó atónico ante un millar de preguntas de la prensa —no, no se trata de ninguna enfermedad ni incapacidad de seguir con su cargo… La avanzada edad de la reina es la que le imposibilita para continuar con sus labores de mantener la población, pero quiere reiterar en la información que se os ha proporcionado. La reina continuará aconsejando a la nueva elegida mientras su salud se lo permita.

Una sarta de voces se alzaron aún más desde la mar de reporteros que esperaban tras el área acordonada, la cual estaba emplazaba varios firmes soldados que vestían el gallardo uniforme formal de su profesión. Los reporteros tras el cordón azul de terciopelo se amontonaban y pedían la palabra alzando tanto las manos como la voz. El elegante hombre del sillón pareció recorrer a los presentes con la vista y, señalando con el dedo, cedió la palabra a un jovenzuelo con una credencial de la televisora más importante del Estado colgando de su cuello.

—¿La reina ostentará algún puesto especial en el consejo, o sólo se convertirá en una miembro más?

—Sí, gracias por la pregunta. Desde la oficina real reiteramos que las leyes no permiten más de treinta miembros en el consejo, así que la reina simplemente reemplazará a la caterva genética más diluida entre los concejales.

De nuevo, una tormenta de voces intentaba hacerse con la palabra, y fue esta vez una mujer pasada en años quien la obtuvo.

—¿Podría darnos alguna idea de quién será reemplazado?

—Los análisis aún no se han realizado, sin embargo los concejales ya se han sometido a una cosecha sanguínea. El hospital ya está trabajando en la resolución de la sangre, pero sí puedo adelantarles que, desde la oficina real, creemos que la nueva adquisición, la maestre Roxala Von’Tibam, podría ser la elegida. Recordemos que la maestre proviene de una sepa noble en la inferioridad septentrional de Sixaam, además su pureza ha sido puesta en duda desde el comienzo de su carrera política. ¿Alguna otra pregunta?

La sala quedó acallada. Los asistentes parecían estar de acuerdo con la situación, y no se preocupaban por continuar en un tema de tan poca importancia para ellos. Pero el joven que antes había hablado, levantó una temblorosa mano ante la expectante mirada de sorpresa con la que lo miraban todos, incluidos los soldados, a quienes no se les permitía mostrar emociones.

—¿Qué garantía pueden darnos de que los resultados no serán alterados de ninguna forma? —El hombre en el sillón pareció dudar un momento. Justo cuando se disponía a contestar fue interrumpido—. Le recuerdo que la maestre ya ha sido incriminada con anterioridad. No fue sino hasta una increíblemente compleja red de espionaje que, el segundo sol de la primavera de 205-XC, pudo comprobarse la pureza de su estirpe. Así que la pregunta es: ¿Qué les hace pensar que esta vez será diferente?

El rostro del hombre tomó una tonalidad azulada; indicando, sin lugar a dudas, que se encontraba iracundo. Sin mediar palabra, se levantó e hizo una reverencia de despedida.

—No más preguntas —dijo antes de salir, sin siquiera mirar al público—.

La imagen en la pantalla regresó a la presentadora del noticiero. Pero el sujeto en la habitación no pudo escuchar de qué trataba la siguiente noticia. ¡Demonios! No tuvo tiempo ni de conocer la opinión del noticiero. El paquete, que se encontraba sobre una mesa de la habitación, comenzó una estruendo tan atroz que tuvo que llevar sus manos a sus oídos para tratar de acallarlo.

Una breve pausa siguió a la tormenta, tiempo que el hombre aprovechó para relajarse un poco. Era evidente la procedencia del misterioso paquete, pero deseaba que no fuese así. Corrió a abrirlo en cuanto un segundo estruendo inundó la sala en la que se encontraba. Bastó con abrir el sobre para que el estruendo cesase.

Abrió un poco el sobre y, para su desgracia, confirmó de lo que se trataba. Dejando que el interior se deslizase hacia afuera, sostuvo el contenido con ambas manos. Un bloque metálico con intrincadas marcas que se desprendían de un núcleo cristalino en centro de una cara ancha y lo recorrían en todas sus caras emitió una luz desde esa pieza que le iluminó por completo, primero el rostro. El escáner, paró cuando se encontró con la marca tatuada es su tríceps izquierdo, aún cubierta por su ropa, a lo cual comenzó a reproducirse un mensaje.

La voz era artificial y metálica. La máquina hablaba de forma pausada y ciertamente clara, aunque monótona.

—Reconocimiento: ejemplar 0-0-0-4—R-L-3-3—Serie-Dolca

—Me llamo Oxqa —corrigió el hombre—.

—Se le solicita en la sala tribunal de asuntos extra-estelares número 50 para reasignación de oficio.

—No otra vez —balbuceó largamente el hombre—. ¿No me puedo quedar en las minas? Comenzaba a gustarme.

La máquina hizo una poco silenciosa pausa, computando la petición. Dentro de su núcleo se veían pequeños chispazos de luz, lo que indicaba un razonamiento, es decir, como inteligencia artificial, le costaba interpretar los estímulos externos, pero era bastante bueno dando respuestas.

—Negativo —dijo al fin—. Se le solicita…

—¡Ya oí!

—¿Desea escucharlo de nuevo, sujeto 0-0-0-4—R…

—¡Oxqa! —interrumpió—. Llámame Oxqa.

Los chispazos recorrieron todo el interior del núcleo, más de lo que le hubiese gustado a su interlocutor. Sumado al juego de luces, el aparato emitió un sonido de un componente refrigerante que se activó al estar sobrepasando los “procesos mentales” comunes para una IA tan básica.

—Sujeto 0-0-0-4—R-L-3-3—Serie Dolca, reconocido como “Oxqa”, ¿desea escuchar de nuevo el mensaje?

—No, lo he comprendido.

—Afirmativo —dijo tras una pausa—. Comenzando apagado. Se le solicita que regrese este dispositivo a la oficina de correo.

Las pequeñas luces del núcleo se encendieron frenéticamente para luego desaparecer, y las líneas que recorrían el aparato emitieron un último brillo acompañado del sonido del refrigerante, para después permanecer opacas.

El hombre, visiblemente irritado, se sentó en su sofá y continuó mirando la pantalla. Estaba distraído, pensando en su mala fortuna, pero siempre hay algo que calma hasta la más iracunda de las mentes. Levantando su muñeca, y presionando un par de botones del dispositivo en ella, la imagen en la pantalla cambió y mostró una escena de temática erótica. Presionando un único botón en el pecho, su atuendo se retrajo, dejándolo desnudo

Lo siguiente, es privado.

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