
¿Cuántas veces has estado mirando a la nada, disfrutando de ensoñaciones fantásticas, pensando en mil y un ideas de ficción? Si eres como yo, probablemente sea el pan de cada día.
En mi caso, no es raro que me pierda en mis pensamientos, ideando mil ideas y repitiéndome a mí mismo que esta vez sí que haré algo con todo ello. Bueno, esta es un nuevo intento de mi larga lista de intentos.
¿Acaso puedes culparme? Las ideas brotan de la nada y del todo. Uno no puede resistirse a pensar, ¿no? Comienzas a imaginar y esa máquina no hay quien la pare. Y, oye, tendré que aprovechar que hoy no me he perdido en los algoritmos de Instagram.
Una idea gourmet
Llevo mucho en este mi amateur negocio. A veces no son ideas, sino que me da por pensar en los procesos y sus orígenes. No siempre logro dilucidar de dónde vienen, pero me he tomado el tiempo de imaginar el cómo.
Me he dado cuenta de que la ficción no es una gran obra maestra que llega y se desarrolla de principio a fin. Como tú, he leído, investigado, conversado y razonado. Y no pretendo ser un erudito, muchas de mis conclusiones se las he afanado a grandes maestros y a desconocidos del internet. Y, finalmente, me he dado cuenta de algo: Las historias son un banquete.
Piensa en una gran obra maestra, la que sea. Quizás la que más te haya inspirado, aunque no sea particularmente conocida por su valor artístico. Desde el gran Quijote hasta lo que sea que pretendía ser lo que hizo el Rubius. Dudo mucho que un día, simplemente se levantasen en un trance y escribieran, de principio a fin, sus obras.
Todo empieza por una idea, un ingrediente principal. Esta es el argumento, supongo. Y ningún buen ingrediente principal debería servirse sólo.
Uno siempre busca combinar sabores, texturas y olores. Es ahí donde yo imagino que vienen las grandes historias. Una obra artística, ya sin limitarse a la escritura, es una amalgama de sabores, a los que me gusta llamar recursos literarios.
Piensa, por ejemplo, en gigantes. Sí, el monigote enorme. Un pequeño ingrediente que puede significar mucho y nada a la vez. Cervantes los convirtió en los delirios de un caballero; varios anónimos lo convirtieron en distintas representaciones de lo que vive en el cielo, por sobre las plantas de habichuelas; el maestro Brad Bird lo convirtió en un robot muy emotivo; y el Rubius… bueno, él sólo pensó en pitos.
Un mismo ingrediente, combinado con distintas variaciones, ideas y sentimientos es lo que logra una gran receta. Así es como un mismo ingediente da como resultado un cordon bleu, un kung pao o el KFC.
Cualquiera puede cocinar
Eso decía el gran Cheff Auguste Gusteau. Pero eso no es todo. Bien corrige el terrible crítico Anton Ego: «No cualquiera puede convertirse en un gran artista, pero un gran artista sí puede provenir de cualquier lugar.«
Y es ese un punto del que también me he debatido bastante. Y muy apropiado, si me permites añadir.
No pretendo decir que soy un gran artista. Ni mucho menos. Yo seré el primero en ponerlo en duda. Pero es una buena introducción a lo que pretendo abordar: Las ideas no son originales.
Bueno, eso no es del todo cierto. Sí que existen ideas originales. O al menos debe haberlas. Yo no sabría decir si conozco alguna.
Similar a lo que ocurre en el mundo de la gastronomía, no me parece que el punto sea inventar nuevos ingredientes. No me malentiendas, seguro que hay nuevos sabores por ahí. Nuevas ideas, nuevos conceptos, recursos jamás abordados. Pero no me parece que el proceso de creación esté ahí, específicamente.
Similar a un creador de historias, el trabajo de un chef no es ir por ahí descubriendo nuevos ingredientes, sino más bien el utilizar lo que ya conoce, y combinarlo de forma que se cree algo nuevo, algo sabroso, algo interesante.
Así como hay miles de ingredientes, existen miles de procesos. Millones de combinaciones. Es ahí donde reside la verdadera originalidad.
El buen creador de historias no va por ahí rompiéndose la cabeza intentando inventar lo jamás pensado. De nuevo, siéntete en la libertad de hacerlo, si es lo que quieres hacer. Aunque mi reflexión es otra.
Y para ejemplo basta esta misma entrada. Antes me viste utilizar las palabras de una película. Yo nos las inventé. Y sin embargo, pude inspirarme en otra obra para aterrizar mi idea.
Puedo asegurarte que, como yo, has experimentado el aplastante peso de la responsabilidad por ser 110% original. Pero, ese es un trabajo diferente. Y puedo asegurarlo porque es tan común como el aire. Todos quieren ser el próximo en descubrir algo nuevo.
Es una tarea noble, y no desaconsejo en lo más mínmo el buscarlo. Pero sí me gustaría aclarar que el verdadero trabajo reside en reinventar, transformar y presentar algo nuevo.
¿Quieres otro ejemplo? Bueno, no me creas a mí, sino a un pintor por lo demás reconocido; «el buen artista copia, el gran artista roba», seguro que sabes quién lo dijo (Picasso, sí tuve que investigarlo).
Al final, ¿qué es la inspiración?
¿Has visto una obra, en cualquier sitio, y pensado «esto me encanta, quiero usarlo»? A mi me pasa a menudo. Tengo carpetas y carpetas llenas de imágenes que descargo de varios lugares. Algún atuendo, algún edificio, alguna escena, un bicho fantástico que me encantó, o diseños de personajes completos. La mayoría de esas imágenes quedan perdidas en la mar de archivos que guardo.
Atrévete-te-te-te. Atrévete a aceptar que hay ideas tan buenas que merecen ser un nuevo platillo.
Y realmente no hay que ir tan lejos. El Rey León parece tener fuertes influencias de Hamlet y su secuela parece tenerlas de Romeo y Julieta. Se cuenta que 50 sombras de Grey es una especie de fanfic hot de Crepúsculo. Y si eres afín a los juegos de granjas, seguro recuerdas Harvest Moon a cada paso que das en Stardew Valley.
Si el atosigarte con ser original es tu caso. Permíteme decirte que no estás solo. Yo, y muchos creadores de historias (según entiendo, todos al comenzar), lo hemos pasado.
Así como hay muchas formas de cocinar una papa, una misma idea puede dar muchas formas de crear una historia. Y los ingredientes de su receta pueden venir de muchos lugares.
¿Y a mí qué?
Esa es la pregunta del millón. ¿A mí que me importa una reflexión pedorra? Si eres uno de las… no sé, 5 personas que lea esto, podría importarte, pues ya te interesó lo suficiente como para leerte un tutorial/reflexión sobre escritura.
En ese sentido sí que podría importarte.
Es sólo una pequeña reflexión sobre el estrés que puede conllevar el querer hacer la obra perfecta. Yo lo tuve. Yo lo tengo.
A veces nos atormentamos de más. A veces con fundamentos y otras… no tanto. Y realmente no hay razón para creerme. Después de todo, al momento de escribir estas palabras, no he publicado nada. Pero tal vez te interese conocer la opinión de principiante. Un compañero.
Si te interesa tener una idea más clara de a lo que me refiero, tal vez quieras pinchar en el enlace a continuación. En esa entrada abordo algunas ideas sobre la creación de mundos, y la inspiración detrás de ellas.
Una especie de recetario.

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